Con I Saw the Devil hemos repasado uno de esos pocos films que tiene la calidad o el impacto suficiente para traspasar la frontera geográfica y la estrecha mente de algún distribuidor. Sin necesidad de ser arqueólogo en la red o acudir a festivales, hay películas con suerte que conocen una limitada distribución en nuestro país y su consecuente invasión en las plataformas más accesibles de ripeo.
Si les nombramos al director, Kim Jee-woon, es probable que no les suene. Pero si les decimos que es el director de la magnífica Dos hermanas (2003), del divertido remake coreano de El bueno, el feo y el malo (2008) y, especialmente, de esa pequeña genialidad que es A bittersweet life (2005) muchos sabrán que estamos hablando de uno de los directores más importante del cine comercial. Así, sin especificar procedencia, cualquiera de los cuatro films nombrados es más original y potente que el noventa por ciento del cine que se estrena en nuestras salas. Y aquí una paradoja, I Saw the Devil es una película comercial. El nivel de violencia y ensañamiento que muestra el director haría de ella un film menor o underground en cualquier otro lugar. Alguien debería hacer un estudio sobre los films de venganza y castigo en Corea del Sur. Sin estudiar mucho el tema se intuye algo relacionado con su forma de ver la religión católica, algo relacionado con el castigo y la redención, hay infinidad de films que ese camino siempre está relacionado con un terrible sufrimiento físico y emocional en los personajes.
El film es un tour de force de manual. Este perverso juego de gato y ratón nos lleva a estar en la mente de asesino y justiciero, en una persecución que parece no tener fin. El único problema que tiene en este sentido es que para que el conjunto sea equilibrado se necesitan dos actores que choquen en el duelo interpretativo y aquí encontramos cierto desnivel. En principio, parece que el protagonista es el que busca justicia. Pero el personaje interpretado por Lee Byun-hun (A bittersweet life) queda en segundo plano. Es un actor atractivo y perfecto especialista en películas de acción pero carece de dotes dramáticas y no empatizamos en ningún momento. Su viaje emocional dentro del film resulta frio, como un títere que cumple su función. Realmente el peso de todo el conjunto lo lleva Choi Min-sik (Old Boy). Construye uno de los mejores villanos que hemos visto en el cine coreano reciente. Su interpretación, una vez más, humaniza a un monstruo y nos trasmite el dolor de cada una de las torturas a las que le somete el protagonista.
No les vamos a engañar, el guion de Park Hoon-jung (New World, 2013) requiere de cierta benevolencia por parte del espectador, no es un thriller redondo en cuanto a coherencia y verosimilitud de la trama ¿Qué film coreano lo es? Pero si nos dejamos llevar será una gran experiencia, realmente turbia y gozosa. Por ejemplo, fíjense en los detalles fuera de la trama principal, la visión del mundo de director y guionista hará las delicias de los más misántropos de sus hogares. La escena del taxi y, especialmente, la escena donde el personaje de Choi Min-sik se encuentra a un viejo amigo son magistrales. Nos informan que no importa quien persiga a quien, el diablo está por todas partes.
SINOPSIS
Una carretera abandonada, alguien conduce una furgoneta con unas graciosas alas colgadas del retrovisor. Una chica se ha quedado tirada con el coche en la misma carretera, tranquiliza a su prometido diciéndole que ya ha llamado a la grúa. Un planteamiento simple para que caigamos en la trampa y durante más de dos horas de duración no podamos cerrar la boca de asombro.