Curve, del realizador australiano Tim Egan, es un ejemplo perfectísimo de cómo realizar un cortometraje oscuro, minimalista y con una economía de medios envidiable. Utilizando una premisa simple pero de gran impacto consiguió alzarse con el premio al mejor cortometraje en una edición del Festival de Sitges y en el Fantastic Fest.
Sin duda que te vendrán a la cabeza obras como Cube de Vincenzo Natali o Haze de Shinya Tsukamoto. Sin duda Tim Egan ha conseguido con Curve que te sientas identificado con la desconocida protagonista, atrapada en ese kafkiano lugar, con muy pocas posibilidades de salvarse de esa horrible y desesperada situación.
El realizador relata que tan solo necesito 8 horas para escribir la historia, desde el primer concepto hasta el guion definitivo, y se basó en dos momentos decisivos de su vida: un accidente de coche y una conversación con un amigo deprimido.
«Todavía recuerdo la sensación de asfalto húmedo bajo mis dedos», declara Tim Egan a tenor del accidente que sufrió y que influyo, sin duda, en la parte más física del corto, mientras que la experiencia depresiva de su amigo contiene la parte más mental de la narración.
«Su mente estaba clara y en paz durante unos segundos antes de recordar su dolor», recuerda. Entonces el dolor se precipitó, un sentimiento no muy diferente al vértigo. Dijo que la tierra se abrió debajo de ella y el resto de su día fue simplemente sobre la celebración por pura fuerza de tensión”
Su amigo describió que el mejor momento del día era justo cuando se despertaba.
De todos modos es mejor que disfrutes de Curve a tu manera, sin ningún tipo de influencia exterior, de una manera primigenia y cruda, de modo que haga brotar sentimientos primitivos en ti, por muy incómodos que sean.
SINOPSIS
Una chica despierta en una extraña estructura con una superficie curva. Bajo ella se encuentra un abismo negro e insondable. Con la única ayuda de sus ensangrentadas manos deberá intentar escalarla. Mientras tanto unos misteriosos sonidos emergen de la oscuridad.
